Los ocho pilares de una Empresa Inclusiva

Imaginemos una pirámide. En la cúspide, situemos al CEO de una empresa; en la base, a sus trabajadores. Por las secciones intermedias de la construcción pululan administradores, responsables intermedios, coordinadores y, en resumen, el cuerpo de empleados que existe entre la cumbre y la base de la pirámide.

Cuando hablamos de Empresas Exclusivas, dejamos claro que el poder (responsable, económico y ejecutivo) se concentra en esa pequeña fracción en lo alto de la figura que hemos imaginado. Luego, a medida que bajamos por la pirámide, encontramos que el poder se debilita cada vez que baja un nivel, hasta que llegamos a la base y nadie tiene poder alguno. Es una organización vertical donde el poder de decisión se concentra en unos pocos.

Luego existen las Empresas Inclusivas, donde el poder pende del eslabón más débil. Da igual si el eslabón está en lo más alto de la pirámide, se encuentra agazapado en una sección intermedia o es apenas distinguible allá en la base. Sin embargo, saber de la existencia de un eslabón débil hace que la responsabilidad, las decisiones y el reconocimiento se expandan a lo largo y ancho de la estructura empresarial; o lo que es lo mismo: es una organización en la que el poder se distribuye horizontalmente, prácticamente por igual, para todos.

Y da igual de qué manera esté establecida la jerarquía del negocio. Un CEO que sea capaz de tratar a un trabajador de igual a igual probablemente se encuentre dirigiendo una Empresa Inclusiva, donde cada persona es importante. A su vez, una pequeña empresa emergente, donde uno de los socios establece una dominancia férrea para con sus compañeros, tiene todas las papeletas para convertirse en una Empresa Exclusiva a medio y largo plazo.

Entonces, ¿qué pensamientos convierten una empresa en una Empresa Inclusiva?

  1. Existen múltiples inteligencias que, puestas a trabajar en común, consiguen mejores resultados.
  2. El talento debe trabajar si quiere destacar, pero también necesita espacios y compañeros para ello; merece la pena estructurar para sacar lo mejor de cada uno.
  3. Cada grupo y asociación dentro de la empresa debe enseñar algo valioso a sus componentes.
  4. Los errores están para aprender a ser mejores, no para castigarnos por ellos.
  5. Existen suficientes riesgos y competitividad fuera de la empresa como para que nos enfrentemos entre nosotros; hacer piña es el primer paso para acabar con obstáculos.
  6. La rutina y los problemas no existirían si la empresa no estuviera moviéndose para funcionar.
  7. Lo probable es un prejuicio, lo posible un objetivo.
  8. Brindar un valor estable, a la larga, marca la diferencia que hará brillar los productos pensados como valor diferenciado.

Es cierto que parece un manifiesto extremadamente optimista, pero es importante recordar que las Empresas Inclusivas conocen muy bien su vulnerabilidad. Para protegerse de ella, recurren a empleados altamente cualificados, dispuestos a compartir cuanto conocen porque no son extraños a la noción de que el saber compartido hace más fuerte a un grupo, máxime si este nutre su cohesión constantemente.

Así pues, estamos ante un momento estupendo para reflexionar y observar nuestros modelos empresariales, sin pensar necesariamente en un cambio, y para identificar las características de nuestro negocio. Quizá descubramos hasta qué punto estamos cómodos con nuestras organizaciones.

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