En los tiempos que corren —y quizá mucho antes—, es complicado hablar de política sin apretar los dientes ante una imagen mental cargada de protocolo, burocracia y colores de idearios. Es un reflejo adquirido socialmente dentro del marco de acontecimientos actual.
Sin embargo, debemos recordar que la política es realmente la gestión de los espacios comunes. Cómo nos involucramos y a qué acuerdos llegamos con nuestros cercanos profesionales y personales para convivir.
Descarnada la palabra política de cualquier significado protocolario y gubernamental, nos damos cuenta que estamos ejerciéndola desde el momento en el que decidimos dar los buenos días hasta cuando nos encontramos negociando duramente para conseguir un buen trato, sea con clientes, proveedores o nuestros propios trabajadores.
Así pues, no es de extrañar que si tener mano izquierda es una manera de decir diplomacia, entonces también estamos hablando de habilidades políticas. A fin de cuentas, la mano izquierda es nuestra capacidad de empatizar, ser sensibles y aun así conseguir resultados en nuestro trato con otros.
Siendo así, ¿qué seis aptitudes deberíamos mejorar y cultivar si queremos conseguir resultados en nuestra empresa?
• Autoridad informal. O, dicho de otra manera, ser capaces de enfrascarnos en un proyecto desde el minuto cero —antes, incluso; durante su concepción—, para que resulte sencillo que los demás acerquen sus codos a los nuestros y perciban que sabemos qué queremos y cómo porque ya estábamos allí antes de que llegaran.
• Aliarse. Porque presentar un proyecto al mundo es infinitamente más sencillo si tenemos gente a nuestro alrededor que comparta nuestras ideas y visiones.
• Adaptarse. Ser capaz de reaccionar rápidamente, no esquivar los cambios e imprevistos descargando la responsabilidad en otros y desarrollar la confianza suficiente en que el equipo conseguirá que todo salga bien.
• Tolerar. Para con aquellos que siempre tienen la lengua floja con una crítica o una puesta en duda, pues aunque incómodos, también son piezas valiosísimas capaces de advertirnos sobre imprevistos y fallas en nuestros planes.
• Transparencia. Porque, incluso en la oscuridad de cambios incómodos o resultados negativos, es mejor la claridad de un directivo que la total ignorancia acerca de qué está ocurriendo.
• Observación estratégica. Dar un paso atrás, tomar perspectiva y observar la gestación de futuros conflictos, obstáculos o voces disonantes. Una habilidad que requiere tomarse un tiempo para reflexionar, un tiempo que casi nadie se toma en la nueva moda del estar siempre ocupado. Un tiempo que ayudará, sin embargo, a planificar medidas que eviten o eliminen futuras inconsistencias y amenazas logísticas, funcionales o humanas.
Es importante cultivar estas habilidades en estos tiempos de social media en que cada palabra cuenta, cada persona tiene voz y cada acción tiene ecos más visibles. Nos ayudarán a prever futuras incomodidades y a reaccionar a los acontecimientos inevitables salvando más que los muebles y la dignidad.
Winston Churchill decía que el político se convierte en estadista cuando piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. En esa línea, un jefe se convierte en políticas y no solo en los beneficios. Entonces, un jefe se convierte en líder cuando piensa en sus relaciones y sus consecuencias.
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