Formación: más allá de la universidad

Leíamos hace unos días que dos de cada tres empresas consideran que la formación universitaria española es insuficiente. Y aunque aquí no haremos leña del árbol caído, ni nos posicionaremos más o menos en contra de lo que en algunos círculos se conoce como Ministerio de Educación, sí nos permitimos el lujo de apreciar que, probablemente, sea innegable que existen nichos educativos por cubrir.

Pero, ¿sirve de algo quejarse? Más bien no. En esta casa somos más de hablar de posibles soluciones en multitud de sabores y opciones, a gusto de cada cual. Así que, partiendo de la base de que la formación se queda corta, ¿qué puede hacer alguien que quiera completar o ampliar su instrucción académica?

El área social y comunicativa es el área de la que más cojean los licenciados universitarios. A pesar de que su formación profesional cumpla con lo esperado, tiemblan como hojas al viento a la hora de presentar o son incapaces de gestionar su vocabulario bajo presión. Llevar a cabo un plan de formación para hablar en público o simples actividades educativas dentro de una rutina (desde desarrollar iniciativas en un entorno de ventas a realizar juegos lingüísticos durante los descansos), son opciones tan serias como dinámicas, que pueden implementarse desde la empresa o iniciarse por decisión propia.ontraining-formación-más-allá-de-la-universidad

Estudiar un máster fuera del país o, mejor aún, pedir un traslado a una región con otro idioma es la clase de actividades que alimentan un currículum de un futurible empleado o matan varios pájaros de un tiro de un trabajador de confianza. Los entornos distintos obligan a adaptarse, pero el estudio o el trabajo azuzan la velocidad de adaptación. Además, zambullirse en otra cultura, aunque esta se limite aparentemente al uso de otro idioma, ayuda a crear otra perspectiva sobre creencias escritas en piedra. Por no mencionar, por supuesto, que en caso de ser un traslado dentro de la propia empresa, el trabajador puede descubrir nuevas formas de hacer, mejorándose a sí mismo y los métodos de la compañía para la que trabaja.

Si no hay tiempo o recursos para desplazamientos, siempre está la opción de recurrir a las empresas de formación especializadas en servir a empresas. La formación presencial suele tener una tremenda base práctica con un coste muy fácil de rentabilizar sobre un grupo de una empresa que quiera mejorar sus competencias, es la clase de formación que demuestra en la vida real más que muchos papeles y certificados.

Y, aunque se vea cada vez menos, no hay que olvidar aquellas relaciones de mentorazgo llevadas a cabo por artesanos… ¡y no tan artesanos! Estudios de diseño, imprentas y fábricas se han beneficiado siempre de esa manera de transmitir conocimiento y, quién sabe, igual es un momento perfecto para rescatar un aprendizaje cuidado y personalizado, cara a cara, en el ambiente de trabajo.

O quizá la solución al final sí pase por hacer leña del árbol caído.

¿Te ha gustado nuestro post? Recibe nuestra newsletter mensual con el mejor contenido de nuestro blog.

Sobre el autor

admin

Deja un comentario