La marca personal es uno de esos términos que todo el mundo usa como si fueran palabras de sortilegio, encantamiento y brujería. Aunque al final se resuma en la imagen que tienen los demás de ti, es más renombrarla y mitificarla, darle un aire misterioso para sonar a que sabes de coaching y branding y otras cosas terminadas en –ing.
Bueno, siendo justos, quizá resumir marca personal como imagen es una simplificación un poco extrema, pero es un concepto lo suficientemente sencillo y maleable como para comenzar a trabajar en todo ese asunto.
Consistencia
La marca personal consiste no solo en tu imagen en directo, sino en la huella que dejas por Internet y cualquier rastro profesional. Del mismo modo que nos resulta sencillo reconocer a alguien por su colonia o su tono de voz, Internet nos facilita la tarea encontrar todas las referencias bajo las mismas denominaciones. O lo que es lo mismo: si buscamos a Perico de los Palotes, arquitecto de profesión, esperamos que todas las referencias que encontremos por Internet vayan a nuestro querido arquitecto.
Cuenta de twitter, perfil de LinkedIn, página de Facebook, direcciones de correo, dominios… cualquier cosa que pueda dirigir a Perico de los Palotes abrirá la posibilidad de que se encuentre fácilmente al arquitecto, pero será más fácil si todas las posibilidades guardan cierta coherencia. Y si se identifica con un mismo esquema de colores, fuentes y narrativa detrás de cada una de esas entradas, además de tener la certeza respecto a su existencia, eso construirá una imagen de su idiosincrasia y valores en nuestra cabeza cada vez que topemos con él.
Demuestra tu pericia
O lo que es lo mismo: demuestra que sabes de qué hablas. Hay un “viejo” dicho en Internet que reza pics or it didn’t happen (foto o no sucedió), y a menos que seas un fotógrafo, ilustrador o puedas documentar en tu página web tus trabajos a modo de portafolio, si no tienes pruebas de lo que haces es como si no hicieras nada.
Por eso es imprescindible que tus cuentas sociales, tu página web y tu implicación con tu trabajo se puedan observar en la red. Para conseguir eso no te queda más remedio que hablar de ti y de tu trabajo. Y como existen pocos trabajos en los que no existan avances constantes, es casi imperativo poner todos tus conocimientos al servicio de analizar y comentar cualquier novedad en tu área profesional y, a ser posible, enlaces tus conocimientos y tu experiencia a cualquier manifestación que realices.
Mantente al día de lo que sucede, coméntalo, trabaja con ello y documéntalo para los demás. Así, con hechos y material abundante, se construyen los expertos que no necesitan decir que lo son.
Sé lo más tú que puedas
Pero lo que nadie cuenta es que los dos puntos anteriores son ejercicios que todo el mundo puede llevar a cabo. Todos los arquitectos, escritores, coaches, desarrolladores, electricistas y, en definitiva, cualquier profesional. Lo que distingue a dos profesionales es la visión que tienen ambos de su profesión, lo cual va íntimamente ligado a cómo conciben y perciben la vida. Así pues, deja que tu vida se cuele en tu pericia profesional en favor de tu marca personal.
Si tienes una manera de expresarte, deja que filtre en aquello de lo que hablas y las opiniones que compartes. Si eres fan hasta el extremo de la escalada, el yoga o los videojuegos, existe un espacio para ello en tus conversaciones y opiniones. Y quizá tus pasatiempos le importan un comino al resto del mundo, pero ese matiz tuyo, personal, impregnará tu faceta profesional y la hará única.
Y a la gente le encantan las personas genuinas, principalmente porque la gente aborrece a quienes solo son gente. O expertos genéricos.
La marca personal no es ningún secreto, no necesitas gurús que te digan cómo debe ser. Lo único que necesitas es aportar a los demás aquello que solo tú, como persona, puedes aportar. Sin tanto –ing ni toda la jerga extraña bajo la que se esconden quienes no tienen su propia personalidad.