El día sin agradecimientos

La mayor parte de lo que hacemos en nuestro trabajo es ingrato. Si nos fijamos en todas las tareas que hacemos en nuestro día a día, quizás sólo el 10% es algo noticiable, que te hace recibir elogios y agradecimientos.

Lo cierto es que los empleos, por su propia naturaleza, son ingratos. Las tareas repetitivas, las reuniones, las llamadas, el rellenar fichas o gráficos, el incontable tiempo que perdemos abriendo sistemas o buscando soluciones en Internet… son el tipo de cosas que hacemos simplemente para que nos paguen el sueldo. Pero son cosas que pasan desapercibidas y son esencialmente desagradecidas.

Asumamos el hecho de que no todo el tiempo que dedicamos al trabajo se convierte en momentos que merecen la gratitud de alguien. La realidad es la ingratitud.

Ponte en el lugar de un jugador de fútbol profesional. Puede entrenar muchas horas semanales, puede tener todas las reuniones técnicas sobre el plan de juego que quieras y hasta puede analizar y estudiar vídeos del equipo oponente. Si lo hace, es porque es profesional. Pero en sus 20 minutos de juego durante el partido puede convertirse en un Dios o en escoria.

Y aún tiene mucha suerte, ya que al ser un deportista de élite, mucha gente puede agradecerle su esfuerzo. Aunque solo le agradecen por los 20 minutos que han visto, no por toda la dedicación que dedica día a día. Esa tarea constante -para él y para ti- es ingrata.

Un violinista de una gran filarmónica, por ponerte otro ejemplo, ha pasado más tiempo tocando el violín que en cualquier otra actividad en su vida. Él, como todos los músicos, está practicando constantemente, afinando, escuchando, escribiendo… perfeccionando su arte. Todo totalmente ingrato. Su profesión quizás le obliga a viajar, a asistir a eventos, a ensayar y ensayar, a soportar muchos egos superdesarrollados. Seguramente paga un precio por vivir de la música. Cosas que quizás odia pero las hace porque es un profesional a pesar de ser ingrato.

Cuando después de un concierto recibe el aplauso del público y hasta una palmadita del director, recibe un agradecimiento público. Pero ¿qué porcentaje de su tiempo y esfuerzo es retribuido con gratitud? ¿qué equilibrio hay entre tiempo de agradecimiento y horas ingratas?

Busca cualquier ejemplo que quieras. Descubrirás que todos los que trabajan para ganarse la vida tienen lastres ingratos en su agenda. Todos lo hacen, tú lo haces, yo lo hago.

Y ya que estamos, ¿por qué no celebramos el Día sin Agradecimientos? Festeja con tus compañeros por todo eso que hacéis cada día que nadie ve y nadie valora. El pavo de Thanksgiving puede ser un buen símbolo de lo que somos…

¿En serio?

Esta actitud es de las más destructivas que podemos encontrar en un equipo de trabajo.

Por supuesto que todo trabajo tiene una parte ingrata y no podemos esperar que cada vez que movamos un dedo nos aplaudan. Puedes estar más o menos de acuerdo, pero los éxitos se miden por los resultados. Si una película acaba mal, por muy interesante que haya sido en la primera parte, nos decepcionará.

Ten en cuenta que si necesitas a alguien que te elogie continuamente tienes un gran problema: tu referente motivacional es 100% externo. Es decir, que nada de lo que haces te satisface ni te ilusiona personalmente, de modo que debes encontrar esa motivación en el exterior. Si es tu caso, replantéate tu situación, tu profesión, tu vida…

Todo tiene un precio. Asume que tus sueños, tus éxitos o tus propósitos tienen un precio. Sería precioso que cayeran del cielo, pero no es realista. Lo que tienes que pensarte muy bien es si te merece la pena el precio que estás pagando.

Así que podrías celebrar el Día sin Agradecimientos, o bien, puedes dar gracias por tener la oportunidad de seguir luchando por tu sueño. Tanto lo luches, tanto más lo disfrutarás cuando lo consigas.

 

¿Te ha gustado nuestro post? Recibe nuestra newsletter mensual con el mejor contenido de nuestro blog.

Sobre el autor

admin

Deja un comentario